Álvaro Obregón. Ranchero, caudillo, empresario y político

Carlos Silva

El 17 de julio de 1928 tuvo lugar el asesinato del general Álvaro Obregón, suceso de profunda significancia para México por la estatura del personaje y el contexto histórico. Aquel suceso trágico, 91 años después, motiva la conjunción de destacados escritores y estudiosos en la edición de este libro, el cual pretende ofrecer a los lectores un mosaico integrado por diferentes facetas del sonorense: no solamente notas de su perfil biográfico, desempeño militar y actuar político, sino también de su relevante papel en los ámbitos social, económico y cultural, así como su impacto en la producción literaria, fotográfica, artística, cinematográfica y teatral. Rica diversidad de reflexiones que culminan en una compilación historiográfica del magnicidio.

La intención no es presentar una “biografía definitiva”, sino más bien, poner de manifiesto la importancia de Álvaro Obregón en la historia contemporánea de nuestro país, al brindar puntos de referencia y análisis.

—Carlos Silva.

Los autores

Carlos Silva (Coordinador)
IIH-UNAM

Jean Meyer
CIDE

Joel Álvarez de la Borda
DEH-INAH

Miguel Ángel Morales
Biblioteca de México

Javier Garciadiego Dantán
El Colegio Nacional

Yves Solis Nicot
Prepa IBERO

Jorge F. Hernández
Diario El País

Susana Quintanilla
CINVESTAV

Carlos Martínez Assad
IIS-UNAM

Alejandro Rosas
UNAM

Álvaro Matute
IIH-UNAM

Pablo Serrano Álvarez
Triskelion S.C.

Fragmentos ilustrativos

«La intervención de Obregón se debía a que el problema de los impuestos locales estaba convirtiéndose en una cuestión federal, pues su administración intentó, sin éxito, aumentar los ingresos elevando los impuestos a la industria petrolera.» —Joel Álvarez de la Borda.

«Álvaro Obregón necesitaba nuevos horizontes y éstos los encontró en la política, por entonces más que efervescente: se derrumbaba un régimen que había dado al país estabilidad y progreso durante treinta años, pero los mexicanos optaron por la incertidumbre de un cambio violento y radical.» —Javier Garciadiego Dantán.

«En la imagen del general Obregón a la mesa no se advierten los pocos minutos que le quedan de vida. No hay un cronómetro preciso que mida el instante en que la orquesta de Esparza Oteo empieza a tocar “El limoncito” en honor del caudillo sonorense, rodeado de guanajuatenses ilustres y un dentista advenedizo que no parece médico, ni ferviente católico, ni padre de tres hijos.» —Jorge F. Hernández.

«Obregón fue un gran soldado que siguió la consigna que pronunció cuando inauguró la Academia del Estado Mayor: “Los pueblos se pacifican con leyes y las leyes se defienden con los rifles”.» —Carlos Martínez Assad.

«¿Debemos considerar las constantes idas de Obregón al país del norte como meros viajes de negocios y de salud? Seguramente no. En el fondo, Obregón quería mostrar a Carranza su presencia y poder desde un aparente exilio.» —Álvaro Matute / Carlos Silva.

«Hay que decir que pocas muertes violentas fueron tan esperadas, previsibles y previstas. Cada vez que anuncia su certidumbre de ver triunfar a Obregón, el representante diplomático de Francia precisa “si no es que cae víctima de un asesinato”.» —Jean Meyer.

«El primero de diciembre de 1924, Plutarco Elías Calles ocupó la Presidencia de la República, mientras Obregón se dedicaba a cultivar garbanzos en su natal Sonora. Desde su tierra natal movía sus hilos legislativos para volver a ocupar la silla presidencial.» —Miguel Ángel Morales.

«El episodio del asesinato de Obregón es un ejemplo de la complejidad y las tensiones en el seno de dos organizaciones que rivalizaron durante la primera mitad del siglo XX en México, la Iglesia católica y el Estado revolucionario.» —Yves Solis Nicot.

«Obregón consideraba que el tema de la reelección estaba zanjado aun sin que hubiera ocurrido el cambio de la ley, debido a que ésta se refería a la elección continua en dos periodos consecutivos. Éste no era su caso, mucho menos si, como sucedía en esa circunstancia, lo que estaba en juego era la salvación del país.» —Susana Quintanilla.

«“Aquí todos somos un poco ladrones, la diferencia es que mientras mis rivales tienen dos manos, yo sólo tengo una” —dijo Obregón. Se sentó en la silla presidencial y se sintió muy cómodo, estaba hecha a su medida.» —Alejandro Rosas.

«El presidente Calles llegó a la residencia de Obregón visiblemente disgustado. Entró a la habitación donde se encontraba el caudillo fallecido. Se acercó a la cabeza del cadáver y dijo: “¿querías ser presidente? Tal por cual, pues no llegaste”.» —Pablo Serrano Álvarez.