Ninguna eternidad como la mía

Ángeles Mastretta


La materia de este relato es tan poderosa y firme como la danza y el amor. Su escenario es la Ciudad de México en la segunda década del siglo XX, cuando los volcanes y los gallos aún estaban al alcance de nuestros sentidos. La danza, el amor y la ciudad: con estos tres elementos, Ángeles Mastretta construye un amplio relato en cuyo curso la escritura baila sin parar.

En Ninguna eternidad como la mía, Ángeles Mastretta narra la historia de Isabel Arango, una joven que emigra a México D.F. para estudiar danza. Mastretta construye con maestría un personaje lleno de pasión por el amor y la vida; una adolescente en busca de la autenticidad en un escenario pleno de seducciones, pero también de peligros.

Fragmentos ilustrativos

«Isabel subió al tren y sacó la cabeza por la ventanilla. Mientras el hermoso animal de fierro empezaba a girar sus ruedas alejándose despacio de la única tierra y el único mar de todos sus amores, ella se tragó las lágrimas moviendo los dos brazos como si bailara contra el aire.»

«Se dejó acariciar por el aire cálido y salobre aún que la envolvía. En la Ciudad de México haría frío, en dos semanas estarían por iniciarse los cursos en la única escuela de danza que su maestra rusa consideraba confiable.»

«El futuro parecía suyo, pero por primera vez lo miró sin desafiarlo. No conocía a un alma de entre las muchas que habitaban la ciudad de los palacios y los lagos, la ciudad de la que salían las guerras y las órdenes presidenciales, la ciudad que despierta a dos mil metros de altura bajo el augurio de dos volcanes.»

«Los volcanes aparecieron frente a los ojos de Isabel mientras el tren llegaba a la estación de Puebla, y desde entonces quiso reverenciarlos. No se atrevió siquiera a preguntarse las razones de su atracción por ellos.»

«La danza es una disciplina de locos y de jóvenes, por eso Isabel parecía una promesa y cualquiera que la hubiera visto bailar aquella tarde hubiera estado de acuerdo con su maestra en que la vida valdrá la pena mientras haya en el mundo seres capaces de hacer magia cuando profesan una pasión.»

«Isabel sintió que hasta los volcanes estarían de acuerdo en que a ella le gustara aquel hombre. Tenía los ojos de desamparo y las manos largas y fuertes.»

«Es ley bailar de amores, embriagarse, ir al cielo con zapatos y sin futuro, no tener miedo de morirse ni de estar vivo.»

«Yo, Isabel Arango Priede, me comprometo a vivir con intensidad y regocijo, a no dejarme vencer por los abismos del amor, ni por el miedo que de éste me caiga encima, ni por el olvido, ni siquiera por el tormento de una pasión contrariada.»

«Espero que ningún desamor sea tan largo. Pero mi breve paso por el cielo, ese sí que duró tantísimo. Tengo a estos volcanes de testigos.»